SIMÓN: Una Odisea Catártica de Perdón y Sanación

Juan David Campolargo
6 min readJan 28, 2024

Esto fue publicado originalmente aquí.

La película SIMÓN es poderosa porque no te dice qué creer o qué pensar. Deja en manos del espectador sacar sus propias conclusiones. Entonces, sales del cine con una persistente sensación de confusión y te preguntas: “Un momentico, ¿esta película trata sobre la esperanza o sobre aceptar rendirse?”.

Puedes salir de la película pensando que la esperanza está perdida, el país está jodido y cualquier esfuerzo es inútil.

Sin embargo, me niego a ver eso como el mensaje de la película. No es lo que el escritor y director pretendían transmitir, aunque es fácil llegar a la conclusión de que estos individuos lo intentaron y todo está perdido.

La película tiene un mensaje más sutil, que se convertirá en un catalizador para que muchos venezolanos sean más creativos y encuentren una solución. Sólo perdemos cuando dejamos de luchar.

Si ese mensaje no fuera lo suficientemente sutil, hay un tema aún más matizado: el de la curación.

¿Curación? Sí, curación. Los venezolanos están heridos. Algunos físicamente, como los torturados o asesinados por el gobierno. Otros están heridos emocional, mental y económicamente. Pero colectivamente, todos estamos heridos.

SIMÓN es el comienzo de un enorme proceso de curación por el que todos los venezolanos debemos pasar.

La película se convierte en una oportunidad para sanar las heridas profundas que todos llevamos y empezar a encontrarnos con nosotros mismos después de esos sentimientos encontrados que cargamos desde que salimos de Venezuela.

Si te quedas con algo de SIMÓN, quédate con esto: la importancia de aprender a crecer, perdonar y seguir adelante.

SIMÓN te orienta a darte perdón y empatizar con el dolor de tu país. Incluso si reflexionar sobre Venezuela es algo que preferiríamos evitar, la película te permite navegar hábilmente por esas emociones difíciles, casi tácitas. Su brillantez radica en lograr extraer esos sentimientos desafiantes y al mismo tiempo ofrecer una sensación de alivio sutil pero distinta.

Pero la cosa no termina ahí. Continúa porque una vez que nos perdonamos a nosotros mismos, debemos perdonarnos unos a otros.

Comprenderlo todo es perdonarlo todo.

— León Tolstói, Guerra y paz.

En la película, Simón es traicionado horriblemente. No comprende cómo ni por qué su amigo haría lo que hizo. Sin embargo, una vez Simón entendió la situación en la que se encontraba su amigo y cómo eso llevó a la traición. El perdón se hizo posible. Para perdonar completamente, necesitamos comprender completamente.

Lo que más afecta a Simón es la culpa.

Lidia con una culpa abrumadora por abandonar Venezuela, abandonar tanto a sus amigos como al movimiento por la libertad, y algo más que no puedo decirles porque sería un gran spoiler.

Muchos venezolanos que se fueron lucharon con un sentimiento de culpa, divididos entre el deseo de estar presentes y contribuir al movimiento por la libertad y al mismo tiempo buscar una vida mejor en otro lugar. La impotencia era real, ya que intentaron apoyar a su patria desde diferentes países durante los años de protestas, sólo para sentirse ineficaces y, a veces, tontos. Tras el fracaso de las protestas, se produjo un posterior proceso de desconexión y alejamiento total del país.

La película ofrece empatía y perspectiva sobre cómo los individuos responden a los dilemas que surgen de sus criterios personales. Explica por qué algunos de los que se fueron optaron por desconectarse y arroja luz sobre los sentimientos de quienes se quedaron. Esta narrativa mejora la comprensión y crea un camino para el perdón.

Esto también logra otro objetivo crucial: iniciar un proceso de reconciliación entre quienes se quedaron y quienes se fueron. Todos debemos perdonarnos para poder seguir adelante y encontrar una solución.

Antes de SIMÓN no lo tenía claro. Pero ahora está más claro que nunca que la reconstrucción de nuestro país no comienza cuando cambie el gobierno; comienza hoy y comienza con el perdón. Perdón, no sólo para nosotros mismos sino para los demás. Unidos porque divididos caemos y guiados por un optimismo inquebrantable para reconstruir el país de nuestros sueños. Aprendiendo de los errores de los países donde todos vivimos, imaginamos hacer de Venezuela el país más grande de la Tierra.

El coraje no es simplemente una de las virtudes, sino la forma de cada virtud en el momento de la prueba.

―C.S. Lewis, Las cartas de cinta de adhesiva

SIMÓN es también una película sobre la aceptación de las propias limitaciones y sirve como una exploración histórica de la generación de jóvenes valientes que fueron continuamente decepcionados tanto por el gobierno como por la oposición. Se enfrenta al peso y la responsabilidad de asumir la tarea de salvar un país.

La elección del nombre SIMÓN para la película es significativa, especialmente para los venezolanos o sudamericanos. Inmediatamente evoca pensamientos de nada menos que Simón Bolívar. Estos jóvenes, en su anonimato, encarnan el espíritu del Libertador y cualquiera puede verse en él. Bolívar es el máximo símbolo de la libertad.

Estos jóvenes manifestantes dejaron un legado en la historia y se convirtieron en héroes no reconocidos.

Y si hablamos de historia, esta película misma pasó a formar parte de la historia venezolana. De hecho, SIMÓN es historia.

Después de ver la película, le envié un mensaje de texto a un amigo venezolano de la universidad para preguntarle sobre la película. Me dijo que SIMÓN lo afectó profundamente durante varios días. Además, mencionó su intención de mostrarles la película a sus hijos cuando los tenga. Buena idea. Yo también haré los mismo con los míos.

SIMÓN se convertirá en una herramienta para explicar lo que está pasando en Venezuela. Prefiero mostrarles que contarles, y estoy seguro de que le mostraré esta película a cualquiera que quiera entender lo que sucede (y, con suerte, pronto, sucedió en tiempo pasado) en Venezuela.

SIMÓN, para mí, servirá no sólo como una herramienta sino como una potente advertencia. Es una advertencia para quienes idealizan las ideas izquierdistas y socialistas. Venezuela es un ejemplo de lo que le pasa un país, ya sea por mala suerte, por ignorancia o por guebones, cae en manos de un gobierno, que digo tirania socialista. Como te digo, SIMÓN puede parecer un relato histórico, es una narrativa viva de la Venezuela actual, que resuena en toda América Latina y resuena a nivel mundial.

Ver a SIMÓN es una advertencia urgente contra una ideología que representa una amenaza para la democracia en todo el mundo. Es un llamado a la acción, que nos obliga a cada uno de nosotros a no observar pasivamente sino a asumir activamente nuestra responsabilidad en la configuración del futuro. La película te da una para alerta estar pilas con la erosión de los valores democráticos en todos los rincones del mundo.

Esta película te va hacer soltar lágrimas y provocará emociones profundas. Te encontrarás contemplando que lo que presenciaste parece una reliquia del pasado, algo que ocurrió hace décadas o incluso siglos. Entonces, uno se da cuenta: la película no ha concluido; Los mismos acontecimientos desgarradores persisten en Venezuela. Es precisamente cuando la película concluye que te quedas con un sentimiento profundo, diciéndote a ti mismo: “La película es extraordinaria. Me encanto la verdad. Pero, no lo puedo creer. No quiero creermelo. Desearía que fuera una película de pura ficción.”

Si está interesado en leer más sobre SIMÓN, continúe leyendo SIMÓN: El Peso de la Culpa en la Lucha por Venezuela para descubrir cómo el directo hizo la película, la cinematografía y más sobre el futuro de Venezuela.

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Juan David Campolargo

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